Reportaje a Jean Laplanche
por Oscar Sotolano
Esta entrevista* fue realizada cuando Jean Laplanche visitó Buenos Aires para participar de las jornadas "El inconsciente y la clínica psicoanalítica: trabajar sus fundamentos. Encuentro con Jean Laplanche" entre el 6 y el 10 de noviembre de 1990. A lo largo del texto he agregado notas cuyas referencias se encontrarán al final para evitar que se pierda la dinámica de la misma. A través de ellas he tratado de dar al lector interesado algunas puntualizaciones bibliográficas que le permitan precisar o ampliar los temas desarrollados por Laplanche. Doy por bibliografía insoslayable y tácita: Vida y muerte en psicoanálisis y el Diccionario de psicoanálisis. Esas referencias no intentan abarcar la totalidad de lugares donde cada tema es trabajado, no es un índice, tan sólo una propuesta ordenadora en una obra que, como ocurre con la de Laplanche, se caracteriza porque sus temas son tomados y retomados una y otra vez desde distintas perspectivas, en su propia dinámica de trabajo.
Para ampliar esta posibilidad ordenadora, luego de las notas, el lector encontrará una lista de la bibliografía de J. Laplanche traducida al castellano a la que he tenido acceso.
Oscar Sotolano: Me parece congruente con el conjunto de su pensamiento la afirmación de que la mejor manera de negar la identidad es negar la historia. Por lo cual trataremos de situar esta entrevista entre dos historias, la suya y la nuestra.
Para muchos psicoanalistas argentinos, entre los cuales me encuentro, Vida y muerte en psicoanálisis y el Diccionario de psicoanálisis (1) significaron no sólo una apertura a una lectura distinta de la obra de Freud, sino también una apertura a la lectura de la obra de Lacan. En este sentido, ¿cuál es el lugar que hoy tiene para usted Lacan, tanto en lo personal como en lo teórico?
Jean Laplanche: En principio responderé a la primera parte de lo que usted dice. El Diccionario... tenía una importancia respecto al pensamiento freudiano y también a ciertos conceptos lacanianos, no constituyendo en sí mismo una apertura especial al pensamiento de Lacan. También hay una apertura al pensamiento, particularmente al de Melanie Klein y de algunos otros (2). En cuanto a Vida y muerte..., ya se aparta claramente del pensamiento de Lacan.
En lo que respecta a mi posición frente a Lacan, yo fui analizado de Lacan, creo que fui uno de sus amigos, y me mantuve amigo de Lacan a pesar de las vicisitudes de la escisión, hasta el fin. Quiero decir, nunca nos enojamos ni atacamos en el plano personal; tengo mucho respeto por él como persona, así como por el valor de su pensamiento y su inteligencia innegable. Pienso que Lacan tuvo una influencia estimulante para profundizar cuestiones teóricas del psicoanálisis, pero él no fue el único que influyó en mí en este sentido de profundización, ya que yo venía de la filosofía y tenía a otras personalidades igualmente estimulantes. Citaré solamente a Jean Hyppolite, quien me estimuló en la lectura de Hegel, y a Merleau-Ponty, quien era un gran maestro... también a Bachelard.
O. S.: ¿Usted es filósofo?
J. L.: Yo soy filósofo de formación y origen. No hice medicina hasta haber completado totalmente mis estudios de filosofía. Estudié medicina para poder practicar el psicoanálisis y para poder abordar algunos pacientes. Fue Lacan quien me incitó a hacer medicina, él era bastante "promedical".
O. S.: ¿"Promedical"?
J. L.: Promedicina. Estaba muy a favor de la formación médica, le daba mucha importancia; me incitó a hacer la carrera de medicina, lo cual fue un cierto aporte, pero... en fin... yo pienso, un poco como Freud, que la medicina es evitable para la práctica del psicoanálisis. Actualmente he tomado una distancia considerable frente al pensamiento de Lacan.
Tomé esta distancia tempranamente, incluso cuando yo estaba aún en la misma sociedad que Lacan; quiero decir, a partir del Coloquio de Bonneval, marqué mis diferencias en relación con su pensamiento. En esa época, estas diferencias eran secundarias, en relación con el movimiento de vuelta a Freud que era capital, pero éstas se agrandaron cada vez más, al punto que, si bien mis posiciones no son hostiles a las de Lacan..., lo considero uno de los autores psicoanalíticos que conviene hacer trabajar junto con otros.
O. S.: Usted acaba de referirse al Coloquio de Bonneval. Desde aquel Coloquio de 1960 usted puso en discusión la idea del inconsciente condición del lenguaje en oposición al lenguaje condición del inconsciente. ¿Cuáles son los aspectos centrales de esa diferenciación y cuál es para usted su importancia actual?
J. L.: Yo no creo que esto sea tan importante ahora. Por cierto ya no planteo la cuestión en esos términos, que eran probablemente algo polémicos y demasiado simétricos: inconsciente-condición del lenguaje, lenguaje-condición del inconsciente. Pienso que lo esencial de mi posición en Bonneval, la cual no he dejado de desarrollar desde ese momento, es por un lado la necesidad de una concepción realista del inconsciente, y por otro la de una discusión de los puntos de vista fenomenológicos que están todavía presentes en el pensamiento psicoanalítico, aun cuando estén menos presentes en Argentina. Pero, en fin, la corriente fenomenológica está todavía presente, y niega una realidad del inconsciente discriminada. Pero además, por otra parte, desde Bonneval, he indicado que, a mi parecer, la realidad del inconsciente no era la de un lenguaje estructurado. Es entonces sobre este punto de oposición entre el inconsciente y el lenguaje como estructura que me situé en relación a Lacan, ya que, según pienso, la estructuración vendría del lado del consciente y de la represión y no es desde el ángulo del lenguaje que el inconsciente estaría estructurado (3).
O. S.: ¿Es en este sentido que usted ha propuesto en lugar de la fórmula "el inconsciente está estructurado como un lenguaje" la del "inconsciente es 'como-un-lenguaje, no-estructurado'"?
J. L.: Sí, cuando yo digo "como un lenguaje", lo que quiero decir es como un lenguaje, es decir, algo que puede tener que ver con el lenguaje pero incluyendo en el lenguaje -esto lo demuestra Freud constantemente- no solamente el lenguaje verbal sino todo tipo de significante, todo tipo de comunicación no verbal. Lo que yo quiero decir con "no estructurado" es que, precisamente, lo propio de la represión y del inconsciente es destruir los lazos estructurados. Entonces el inconsciente, como reprimido, es precisamente lo opuesto al lenguaje (4).
O. S.: En esta línea de problemas... en su teoría de la seducción generalizada, existe un concepto articulador a comprender, que es el de significante enigmático: una conceptualización ampliada y reformulada de la idea de seducción freudiana tal como usted la trabajara en Vida y muerte. ¿Cuál es el estatuto teórico que tiene para usted la palabra "significante"?
J. L.: Significante y enigmático. Bien, por significante no digo otra cosa que lo que dice De Saussure, y lo que dice Freud, de hecho lo que dice Lacan siguiendo a De Saussure, es decir, la parte material del lenguaje. Es decir que el lenguaje en su materialidad se conjuga con un significado dado, ya que no es necesario modificar las definiciones de De Saussure. Si yo llamo a este significante enigmático, no es sino para decir que, de un cierto modo, todo significante es enigmático, ya que todo significante envía a una multiplicidad de significaciones, y su sentido no es dado inmediatamente, sino dado por una red de relaciones; y, en consecuencia, un significante dado en sí mismo, solo, es enigmático. Pero a lo que yo llamo enigmático es algo bastante más preciso que esto: cuando digo que un significante es enigmático, me refiero muy precisamente al descubrimiento freudiano de las formaciones del inconsciente; es entonces en la medida en que un significante es síntoma, que es formación de compromiso, que vehiculiza al menos dos significaciones al mismo tiempo, una red de significaciones conscientes y de significaciones inconscientes, es en esa medida que lo llamo enigmático. ¿Por qué es enigmático? Es enigmático para aquellos que lo reciben, pero lo esencial es que es enigmático para aquel que lo emite; si es enigmático para un niño, es en principio porque es enigmático para el adulto, para el adulto que lo emite. Al igual que el síntoma, ya que el síntoma para el adulto es enigmático (5).
O. S.: Su concepto de metábola, ¿se articula con el significante enigmático?
J. L.: Sí, el concepto de metábola es más extenso que el de significante enigmático. Yo introduje el término "metábola" para crear una categoría general que englobe a la vez metáfora y metonimia. A diferencia de Lacan, yo no digo que la metáfora sea la única sustitución significante, ya que hay dos tipos de sustitución significante, dos tipos de traducción, dos tipos de simbolización, una simbolización por la vía de la analogía y una simbolización por la vía de la contigüidad, es decir metáfora y metonimia. El lazo entre los significantes (aquel que se sustituye a otro es el significante primero) puede ser un lazo de analogía, o un lazo de contigüidad. Entonces creé esta noción de metábola, como una categoría que engloba a la vez a la metáfora y a la metonimia, las dos como modalidades de la sustitución significante, y propuse este esquema un poco matemático para formalizar, si se quiere, un modo fácil de retener el tipo de metábola que es la metábola reprimente.
A diferencia de la sustitución que no crea restos, la sustitución reprimente crea un resto. Por eso ofrecí este esquema de la metábola, pero no es el esquema de toda metábola, es el esquema de la metábola reprimente (6).
O. S.: Aprovechando esta referencia suya a la represión... Vida y muerte y el Diccionario fueron dos de los textos que nos llevaron a prestarle especial atención a la temporalidad retroactiva, al après-coup, a la importancia que tiene éste en la teoría freudiana de la represión en sus dos tiempos. En su teoría de la represión originaria, usted retoma esta noción de dos tiempos, pero no entre una represión originaria y otra propiamente dicha, sino en el interior mismo de la represión originaria. ¿Cuál es la relación entre estos dos tiempos de la represión originaria?, y ¿qué relación tiene con la constitución del yo?
J. L.: Su pregunta es bastante compleja. Yo pienso, en efecto, que el esquema del après-coup opera tanto en el interior de la represión originaria como entre los tiempos de la represión; es decir, entre la represión originaria y la represión après-coup. En el interior de la represión originaria se trata de la cosa obstruida. Pienso que en los primeros tiempos de la represión originaria podemos decir esquemáticamente que el yo no existe. El yo es simplemente el cuerpo, y las primeras inscripciones del significante enigmático hay que concebirlas de un modo difícil de pensar, como inscripciones sobre el cuerpo, de pensar en lugares que llegarán eventualmente a ser zonas erógenas. Es solamente en un segundo tiempo, en el momento correlativo a la formación del yo, que éste se vuelve el representante de los intereses del cuerpo, es en este momento cuando se opera el primer intento de traducción, y el primer intento de dominio de esos significantes enigmáticos implantados en el cuerpo. Este intento de traducción, este intento de dominio, tiene como resultado, evidentemente, una primera teorización, un primer dominio en el sentido del yo, pero al mismo tiempo es la creación de un saldo, de un resto que es el primer nudo del inconsciente, lo que denomino los "objetos-fuente". Esto es un poco abstracto, y di una especie de esquema en los Nuevos fundamentos, que sería el siguiente: (en este momento el doctor Laplanche se levanta, busca el gráfico que se encuentra en la página 136 de dicho texto -y que reproducimos aquí- y, en una actitud a través de la cual la entrevista se impregna de su pasión por la enseñanza, sigue diciendo mientras puntualiza en el gráfico):
Esto sería el primer tiempo con una implantación en el yo cuerpo -ya que el yo no existe- de la implantación de los significantes enigmáticos (a), y luego, en un segundo tiempo, la creación del objeto fuente (b) (7).
O. S.: La idea del yo en tanto proyección de la superficie corporal, ¿tiene relación con el segundo momento?
J. L.: Sí, absolutamente.
O. S.: Como paréntesis, para después entrar en otros temas, usted ha agrupado su enseñanza en la universidad de 1970 a 1984 en los cinco tomos de sus Problemáticas. ¿Cuál es la razón de este agrupamiento? ¿Es una razón teórica, meramente editorial, o de alguna otra índole?
J. L.: Es más una cuestión editorial que una cuestión teórica. Simplemente no quería repetir tanto ciertas cosas. La mayor parte de mis libros son enseñanzas. Vida y muerte es una serie de conferencias que di en Montreal, en 1968. Me acuerdo bastante bien ya que, cuando volví de Montreal, se escuchaban explosiones en la calle y era el comienzo de la revuelta de 1968.
O. S.: Lo que para usted también debe haber significado un reencuentro con su pasado militante en la Resistencia.
J. L.: Sí, pero estaba también muy comprometido con los acontecimientos de 1968... Aun cuando ahora pienso que había una gran parte de ilusión.
O. S.: Ya que llegamos a estas cuestiones... hay una anécdota que leí en el libro de É. Roudinesco (8) relacionada con su vinculación con la Resistencia francesa que me gustaría que comente.
J. L.: Efectivamente, yo nunca tuve mis papeles de la Resistencia, yo tenía un carnet provisorio, la Resistencia nos había dado un carné provisorio, un certificado de aquellos derechos que debían servirme luego de obtener el carné definitivo; y entonces Lacan me dijo -yo terminaba en esa época filosofía; y ya me había comprometido a comenzar medicina-: "Con su actividad en la Resistencia, usted debe evitar el primer año de medicina, no hacer el primer año de medicina", lo que llamamos el P.C.B., o sea física, química y biología, que era el año preparatorio para medicina. Me dijo, "Deme sus papeles de la Resistencia, conozco a alguien en la facultad de medicina, y voy a tratar de que evite ese primer año". No pudo hacerme evitar ese primer año, pero cuando fui a pedirle los papeles, usted sabe, la casa de Lacan es como la de muchos intelectuales, estaban aquí o allá. Me dijo: "Voy a encontrarlos", y nunca los encontró.
O. S.: Y como usted comenta allí... perdió la resistencia.
J. L.: Perdí la resistencia... Bueno, fue él quien la perdió (risas).
O. S.: Bueno, para ir entrando en otras cuestiones. Usted ha acentuado constantemente la importancia específica de la sexualidad en psicoanálisis, que siempre corre el riesgo de diluirse en una teoría general de los vínculos, un interaccionalismo autoconservativo o una sexualidad tan inespecífica que se confunde con una tendencia general a la unión. En este punto, su énfasis en la relación por apuntalamiento entre autoconservación y sexualidad es central en su trayectoria teórica (9). Desde el momento en que usted ubica la pulsión de muerte como sexual de muerte, ¿qué relación tiene ésta con lo autoconservativo y con el apuntalamiento?
J. L.: Bueno, es muy vasto, creo que yo traté de decir en mi segunda conferencia (10) que, para mí, el apuntalamiento -hago aquí un juego de palabras- es un poco una muleta del pensamiento freudiano. Es un concepto que exhumamos Pontalis y yo, al cual di una gran importancia en Vida y muerte, pero tiendo cada vez más a relativizar esta noción, diciendo que su verdad es la seducción, en el sentido de que el apuntalamiento remite a una teoría endógena de la sexualidad, una teoría de la emergencia de la sexualidad desde el interior, a partir de las necesidades del cuerpo. Entonces, lo que podemos decir es que la pulsión de muerte se opone tanto a la vida como a la autoconservación, es la sexualidad en su aspecto más antivital (11).
O. S.: En su última conferencia (12), cuando al hablar de la falsa vía del estructuralismo binarista lo asoció con lo que llamó la curiosa teoría de la sexualidad femenina, me sorprendí ante la expresión curiosa. ¿Por qué la llamó así? Y, además, usted habló de una categoría tercera en la oposición realidad/fantasía en relación con el tema de la sexualidad femenina. ¿Podría desarrollarlo?
J. L.: Yo pienso que esta teoría de la sexualidad femenina es curiosa, en el sentido de que finalmente está centrada sobre la sexualidad masculina, está enteramente centrada sobre el problema de la castración, y que, como dice Freud, finalmente el pasaje a la vagina se hace por una vuelta muy complicada por el complejo de castración, por el deseo del pene, por el deseo infantil. Por otro lado, desde el punto de vista fisiológico, por la contigüidad entre el clítoris y la vagina, es, entonces, como lo veo yo, una teoría absolutamente falocéntrica. Pienso que es en efecto muy curiosa, y usted sabe que de entrada en el movimiento psicoanalítico hubo muchas discusiones alrededor de este punto, junto con la discusión acerca del conocimiento o el no conocimiento de la vagina en la niña (13). Cuando digo que allí hay una hipoteca de la oposición fantasía/realidad, es que esta discusión está centrada sobre un problema de percepción real: si la niña percibe o no el hecho de que tiene una vagina. Si la niña percibe o no. Realidad perceptiva, digamos. Esto se centra entonces en una problemática extremadamente azarosa, una problemática perceptiva que no tiene en cuenta la categoría del significante, es decir que la penetración, la existencia del agujero, puede estar implicada en el significante enigmático.
O. S.: Allí podemos entonces encontrar el sentido de lo que usted decía acerca de la categoría tercera (14).
J. L.: Sí, claro.
O. S.: Y cuando se refiere al conocimiento inconsciente de la vagina, ¿qué problemas relaciona con esta categoría tercera?
J. L.: Lo que quiero decir es que es notable que en el pensamiento de Freud esté por un lado el pene, la persona que tiene el pene, y que por otra parte la castración que produce una herida no produzca sin embargo el agujero. Mientras que el pensamiento freudiano asimila corrientemente la herida con el agujero. Pienso que la categoría de agujero, es decir la categoría de la penetración, es un significante en parte entero, y no simplemente el negativo del pene. Me acuerdo que yo hice en relación con esto una alusión muy precisa en mi problemática acerca de la castración y simbolizaciones, donde me apoyo sobre lo que dice, por ejemplo, Leroi-Gourham acerca de la pintura prehistórica (15): la figuración del agujero y la figuración de la vulva es completamente distinta de la figuración de una castración.
O. S.: En sus seminarios acerca de la castración, usted discutía la concepción de Stoller...
J. L.: Yo creo que hay una gran confusión en el pensamiento de Stoller... pero me sería complejo responderle sobre ese punto (16).
O. S.: Allí usted trabajó los conceptos de diferencia y diversidad...
J. L.: Sí, es en principio una oposición de lecturas de Freud, en el sentido de que podemos encontrar muy claramente el uso Unterschied, es decir diferencia, y Verschiedenheit, que es la diversidad. Freud habla de la diferencia de los sexos justamente en el marco de una lógica binaria en la cual Unterschied es falo o no falo; por el contrario, la idea de Verschiedenheit abre sobre una diversidad; es decir que la Verschiedenheit puede producirse entre dos términos pero también entre tres o más términos. Tomo los colores, considere que tiene el blanco, el verde, el rojo, el azul, es Verschiedenheit. Por el contrario, si usted utiliza una clasificación binaria, que existe, por otra parte, desde que el mundo es mundo, desde el tiempo de Platón, usted diría, hay verde y no verde, esto sería entonces Unterschied. Efectivamente, la lógica de la diferencia es a la vez la lógica castratoria y la lógica binaria de nuestras computadoras. Creo que es muy importante notar esto, ya que precisamente es el complejo de castración lo que nos permitió el acceso a la lógica binaria y a los desarrollos que conocemos de la civilización de las computadoras. Pero pienso que es una restricción desde el punto de vista de las posibilidades del pensamiento de una concepción extremadamente fecunda, ya que canaliza el pensamiento en una lógica + / -.
Tome un disco: el modo analógico y el modo digital de reproducción de la música; el modo analógico no trabaja por más-menos, trabaja con todas las variaciones de sonidos posibles; por el contrario, el modo digital, es decir, la forma de reproducción que conocemos ahora, lleva todo sonido a una diferencia de más-menos. Evidentemente, para nuestro oído es tan fino que, aunque estemos en el más-menos, llegamos a recibir algo aún más fiel. La reproducción moderna por medios digitales reduce todo sonido a oposiciones extremadamente finas de presencia y de ausencia; esta diferenciación en la reproducción digital es tan fina que nuestro oído encuentra, por el contrario, más fiel la reproducción digital que la reproducción analógica (17).
O. S.: Para retomar más directamente el tema de la sexualidad femenina, usted formula que la teoría de la seducción generalizada implica un replanteo del par actividad-pasividad: desde el momento en que la pasividad es el referente inevitable de la sexualidad femenina desde los primeros trabajos de Freud, ¿cómo se ubica la teoría de la seducción generalizada en esta conceptualización?
J. L.: Podemos decir que la sexualidad femenina continúa de un cierto modo lo que es propio de toda sexualidad infantil, es decir, justamente, un primer tiempo de pasividad. Se puede incluso imaginar que, a la inversa de lo que piensa Freud, la sexualidad masculina se desarrolla sobre la base de una pasividad, es decir, de una feminidad, si se quiere. Algo que da luego nacimiento a la feminidad es la pasividad primaria en el niño, que se desarrolla muy naturalmente en la mujer; es lo que a continuación se da vuelta, tornándose actividad en los varones.
O. S.: En este sentido usted plantea el pecho como zona erógena en el interior de la seducción y lo coloca en un lugar particularmente importante en relación con la sexualidad femenina, ¿no es así?
J. L.: Sí, yo lo ubico esencialmente en un lugar importante en la relación de seducción infantil. La persona que le dio un lugar importante en la evolución de la sexualidad femenina sería más bien mi alumna Jacqueline Lanouzière. En su próximo libro, este desarrollo está presente. La indicación más importante que yo le di, y de la que ella partió, es ese famoso extraordinario déficit: el hecho de que en el conjunto de la literatura analítica aparezca el pecho de la madre despojado de su condición de zona erógena. Me parece extraordinario que podamos tener miles de obras psicoanalíticas, y millones de referencias al pecho en esta literatura, y que se cuenten con los dedos de la mano las referencias al pecho de la madre como zona erógena. En Freud no tenemos jamás el pecho como zona erógena; en Klein, el pecho es un objeto privilegiado, todo lo que se quiera, pero no que el pecho podría brindar placer a quien lo da. Me parece algo tan enorme y que debe ser dicho más de diez veces... ya que no ha sido dicho en millones de ocasiones... (18)
O. S.: Nuestra época plantea nuevos problemas éticos a todas las ciencias: niños de madres biológicas sólo portadoras, la reproducción en laboratorios, la ingeniería genética, plantean enigmas a la teoría clásica del Edipo, al posicionamiento de los hombres y las mujeres. ¿Cuáles piensa que pueden ser las incidencias de estos fenómenos en el psicoanálisis?
J. L.: Pienso que puede ser de una incidencia enorme, pero estamos en un estado en el que no podemos decir mucho más. Si no, entramos en ciencia-ficción. La ciencia-ficción está en nuestra puerta, las imaginaciones de H. G. Wells, por ejemplo, se realizan aún diez veces más. Todo lo que puedo decir es que la estructura misma de la generación es un interrogante. Los seres humanos, a pesar de sus imperativos éticos, a pesar de sus protestas, deberán aceptar algo que se produce en todas partes, de forma continua ya en la generación de nuevos seres. Aquí hay algo contra lo cual no es suficiente el protestar. Ya no me acuerdo del autor, es el escrito de un autor que mira desde el punto de vista del psicoanálisis este tipo de cambios biológicos. Pero no basta con ponerse en guardia frente a acontecimientos tan considerables. Es como la bomba atómica, no basta con disimularla, al igual que no basta disimular los efectos de la manipulación genética. No puedo decir más, pero la moral que se pueda tener frente a esto me parece completamente ilusoria.
O. S.: Para terminar. Todo pensamiento creativo y productivo parece siempre acompañado del riesgo de la pasteurización, mucho más hoy en día en que la aceleración del mensaje que domina la información hace que todo mensaje sea cada vez más pobre.
Vimos, después de Freud, un freudismo sin pasión; después de Klein, una reiteración simplificada y reificada de las fantasías más arcaicas; después de Lacan, algunas variantes de lacanismo formulista... Sin pretender ubicar una jerarquía, ni una cronología, ¿cree usted que sea posible evitar que el pensamiento de Laplanche se confunda con un laplanchismo? Después de todo, la experiencia clínica nos muestra que un insight hoy... será una resistencia mañana.
J. L.: Bueno, evidentemente sería absolutamente presuntuoso de mi parte decir lo que usted dice. A pesar de todo no creo que mañana suceda lo que usted llama el laplanchismo. Los trabajos de algunos de mis alumnos son promisorios, y se verá, en fin, dentro de algunas décadas. Pero hay aún, creo yo, una posibilidad productiva: el modo en que incito a aquellos que me siguen a trabajar. Es, de todos modos, un antídoto fundamental contra la ideologización.
O. S.: Finalmente, ¿cree que esto será posible?
J. L.: Creo que el único antídoto posible contra la ideologización es el trabajo y la profundización.
O. S.: Doctor Laplanche, muchas gracias.
Notas:
(1) Mantengo la traducción de Diccionario de psicoanálisis tal cual ha sido editada en castellano, aun cuando ésta se aleja del original francés Vocabulaire en lo que hace al espíritu que para Laplanche y Pontalis tuvo ese trabajo. No intenta ser un diccionario donde se definan de manera precisa y cerrada los conceptos psicoanalíticos, sino, por el contrario, un recorrido exhaustivo por ellos para ponerlos a trabajar.
(2) Destino particular el de este Diccionario. Aun cuando no haya sido pensado como un texto de apertura a Lacan (fue promovido por Lagache en 1958 a partir de un proyecto de la UNESCO, y discutido con él durante toda su elaboración) fue, más allá de la polémica de los protagonistas, un texto involuntariamente promotor de su lectura o ineludible en su lectura; y no sólo entre nosotros, sino también en Francia misma. Al respecto, É. Roudinesco comenta: "El Vocabulaire se define estrictamente freudiano, y en ese mismo freudismo está largamente inspirado por la refundición lacaniana. (...) A Lacan le gustaba decirse freudiano, y que sus alumnos fueran lacanianos. Y cuando éstos se alejan de él (se refiere a Laplanche y Pontalis) son considerados entonces traidores a una causa cuyo nombre se ignoraba. El diktat contra el Vocabulaire no impedirá a generaciones de lacanianos que compren el libro y lo utilicen de todas maneras en su trabajo. Así va la historia..." (É. Roudinesco, La bataille de cent ans, t. 2., París, Seuil, 1986, pág. 326).
(3) El Coloquio de Bonneval, llevado a cabo en 1960 en el servicio de Henri Ey y bajo su dirección, giró sobre el tema "El inconsciente". La totalidad de ponencias y discusiones fue publicada en castellano en 1970 (Henri Ey (comp.), El inconsciente, México, Siglo XXI, 1970). Una de aquellas ponencias es la que bajo el título "El inconsciente: un estudio psicoanalítico" presentaran J. Laplanche y Serge Leclaire, y a cuyo texto J. Laplanche alude aquí. El mismo texto se encuentra también editado en El inconsciente freudiano y el psicoanálisis francés contemporáneo, Buenos Aires, Nueva Visión 1976; y en Problemáticas IV, Buenos Aires, Amorrortu, 1987. En la edición del Coloquio se encuentra una introducción hecha a su publicación en francés en 1965 por Laplanche que empieza a definir claramente su distanciamiento de Lacan.
(4) Este tema se encuentra trabajado en "La referencia al inconsciente", en Problemáticas IV; en Problemáticas V, págs. 132-142 y 232; y en Nuevos fundamentos para el psicoanálisis, págs. 53-54 y 61, Buenos Aires, Amorrortu, 1989. Para indicar algunos hitos de este debate desde Bonneval y desde el punto de vista de Lacan, véase: a) el prólogo de Lacan a Lacan de Anika R. Lemaire, págs. 9-21, Barcelona, Edhasa, 1971; b) "Posición del Inconsciente", en Escritos 2, México, Siglo XXI, 1975, pág. 365; c) hay una referencia a esta discusión en El Seminario. Libro 17, El reverso del psicoanálisis, Buenos Aires, Paidós, pág. 42; d) con relación al estilo que en algún momento tomó el debate véase "La Ciencia y la Verdad", Lectura estructuralista de Freud, México, Siglo XXI, 1971, pág. 340.
(5) Problemáticas V, págs. 133, 281 y 300; y Nuevos fundamentos para el psicoanálisis, págs. 128-130.
(6) Problemáticas III, pág. 232; Problemáticas IV, págs. 130 y sigs.; Nuevos fundamentos para el psicoanálisis, pág. 133.
(7) Nuevos fundamentos para el psicoanálisis, págs. 131-137.
(8) É. Roudinesco, La bataille de cent ans, t. 2, pág. 299.
(9) Problemáticas I, pág. 213; Problemáticas III, "Para situar la sublimación"; Problemáticas IV, págs. 202-203; Problemáticas V, págs. 93, 158 y sigs.; Nuevos fundamentos..., págs. 76 y 144.
(10) Trabajo del Psicoanálisis, Nº 11-12, pág. 158.
(11) Problemáticas IV, págs. 214 y sigs.; Nuevos fundamentos..., pág. 146; Pulsión de muerte, Buenos Aires, Amorrortu, 1989.
(12) En este tema aludo a la conferencia "Hitos para el trabajo analítico", Trabajo del Psicoanálisis, Nº 11-12.
(13) Problemáticas II. Castración. Simbolizaciones.
(14) Trabajo del Psicoanálisis, Nº 11-12, pág. 272.
(15) Problemáticas II, pág. 203.
(16) Problemáticas II, págs. 43, 53 y 165; Problemáticas III, págs. 110-111.
(17) Problemáticas I, pág. 236; Problemáticas II, págs. 56 y sigs.
(18) Problemáticas III, págs. 73 y 97.
BIBLIOGRAFÍA DE J. LAPLANCHE EN CASTELLANO
1) J. Laplanche (en colab. con J.-B. Pontalis): Diccionario de psicoanálisis, Labor, 1971. (En francés, Vocabulaire du Psychanalyse, París, PUF, 1968).
2)—: Hölderlin y el problema del padre, Corregidor, 1975. (En francés, Hölderlin et la question du père, París, PUF, 1961.)
3) — (en colab. con Serge Leclaire): "El inconsciente: un estudio psicoanalítico", en El Inconsciente. Coloquio de Bonneval, México, Siglo XXI, 1970 (edición francesa de 1966); también en El inconsciente freudiano y el psicoanálisis francés contemporáneo, Buenos Aires, Nueva Visión, 1976; también en Problemáticas IV, Buenos Aires, Amorrortu, 1987.
4)— ( en colab. con J.-B. Pontalis): Fantasía originaria, fantasía de los orígenes, origen de la fantasía, Buenos Aires, Gedisa, 1986; también en El inconsciente freudiano y el psicoanálisis francés contemporáneo, Buenos Aires, Nueva Visión, 1976. (En francés, "Fantasme originaire, fantasmes des origines, origin du fantasme", Les temps modernes, nº 215, París, 1964.)
5) —: Vida y muerte en psicoanálisis, Buenos Aires, Amorrortu, 1973. (En francés, Vie et mort en Psychanalyse, París, Flammarion, 1970.)
6) —: "Interpretar (con) Freud", en J. Laplanche y otros, Interpretación freudiana y psicoanálisis, Buenos Aires, Paidós, 1971; también en Interpretar (con) Freud y otros ensayos, Buenos Aires, Nueva Visión, 1984. (En francés, "Intérpreter (avec) Freud", L'Arc, nº 34, 1968, págs. 37-46.)
7) —: "La defensa y lo prohibido en la cura y la concepción psicoanalítica del hombre", en Interpretar (con) Freud y otros ensayos, Buenos Aires, Nueva Visión, 1984. (En francés, "La défense et l'interdit dans la cure et la conception psychanalytique de l'homme", La Nef, nº 31, julio-octubre de 1967, págs. 43-55.)
8) —: "La posición originaria del masoquismo en el campo de la pulsión sexual", en Interpretar (con) Freud y otros ensayos, Buenos Aires, Nueva Visión, 1984, págs. 37-60. (En francés, "La position originaire du masochisme dans le champ de la pulsion sexuelle", Bulletin de l´Association psychanalytique de France, nº 4, 1969.)
9) —: "Los principios del funcionamiento psíquico", en Interpretar (con) Freud y otros ensayos, Buenos Aires, Nueva Visión, 1984, págs. 61-78. (En francés, "Les principes du fonctionnement psychique", Revue Française de Psychanalyse, tomo XXXIII, nº 2, marzo-abril de 1969.)
10) —: "Derivación de las entidades psicoanalíticas", en Interpretar (con) Freud y otros ensayos, Buenos Aires, Nueva Visión, págs. 79-98, 1984. (En francés, "Dérivaton des entités psychanalytiques", en Hommage a Jean Hyppolite, París, PUF, 1970.)
11) —: "La enseñanza del psicoanálisis en la Universidad", en Interpretar (con) Freud y otros ensayos, Buenos Aires, Nueva Visión, 1984, págs. 97-112. (En francés, "L'enseignement de la psychanalyse a l'Université" (Informe introductorio al Coloquio organizado por la UER de Ciencias Humanas Clínicas el 5 de diciembre de 1971), Bulletin de Psychologie, 315, XXVIII, nº 13-15, 1974-1975.)
12) —: La sexualidad, Buenos Aires, Nueva Visión, 1984. (En francés, "La sexualité", Bulletin de Psychologie, tomos XXIII y XXIV, París, 1969-1970. Edición no corregida por el autor.)
13) —: Problemáticas l. La angustia, Buenos Aires, Amorrortu, 1988. (En francés, Problematiques 1. L'angoisse, París, PUF, 1980. Abarca seminarios del período 1970-1973.) En castellano, el capítulo 1 de las Problemáticas I apareció bajo el título La angustia en la neurosis, Buenos Aires, Nueva Visión, 1979, traducidas del Bulletin de Psychologie, t. XXIV, nº 289-290-292-293, París, 1970-1971.)
14) —: Problemáticas II. Castración. Simbolizaciones, Buenos Aires, Amorrortu, 1988. (En francés, Problematiques II. Castration. Symbolizations, París, PUF, 1983. Abarca seminarios del período 1973-1975.)
15) —: Problemáticas III. La sublimación, Buenos Aires, Amorrortu, 1987. (En francés, Problematiques III. La sublimation, París, PUF, 1980. Abarca seminarios del período 1975-1977.)
16) —: Problemáticas IV. El inconciente y el ello, Buenos Aires, Amorrortu, 1987. (En francés, Problematiques IV. L'inconscient et le Ca, París, PUF, 1981. Abarca seminarios del período 1977-1979.)
17) —: Problemáticas V. La cubeta. Trascendencia de la transferencia, Buenos Aires, Amorrortu, 1990. (En francés, Problematiques V. Le baquet. Trascendence du transfert, París, PUF, 1987. Abarca seminarios de los períodos 1979-1981 y 1983-1984.)
18) —: "La pulsión de muerte en la teoría de la pulsión sexual", en AA. VV., La pulsión de muerte, Buenos Aires, Amorrortu, 1989. (Trabajo presentado en el Primer Simposio de la Federación Europea de Psicoanálisis, Marsella, 1984.)
19) —: Nuevos fundamentos para el psicoanálisis. La seducción originaria, Buenos Aires, Amorrortu, 1989. (En francés, Nouveaux fondements pour la psychanalyse. La séduction originaire, París, PUF, 1987.)
20) —: "El estructuralismo, ¿sí o no?", Trabajo del psicoanálisis, vol. 1, 1981. (Conferencia pronunciada el día 25 de febrero de 1981 en el Instituto Francés de América Latina, México.)
21) —: "El psicoanalista y su cubeta", Trabajo del psicoanálisis, vol. 1, nº 2, 1982. (Conferencia pronunciada en la Facultad de Psicología de la UNAM el 27 de febrero de 1981, México.)
22) —: "¿Hay que quemar Melanie Klein?", Trabajo del psicoanálisis, vol. 1, nº 3, 1982. (Conferencia pronunciada en la Facultad de Psicología de la UNAM el 23 de febrero de 1981, México.)
23) —: "El inconsciente y el ello", Trabajo del psicoanálisis, vol. 2, nº 4, 1982. (Seminario realizado en la Facultad de Psicología de la UNAM el 24 de febrero de 1981, México.)
24) —: "El psicoanálisis: ¿historia o arqueología?", Trabajo del psicoanálisis, vol. 2 nº 5, 1983. (Conferencia pronunciada en octubre de 1981 en el Centro Beaunois d'Etudes Historiques, Beaune, Francia.)
25) —: "Reinterpretar Melanie Klein", Trabajo del psicoanálisis, vol. 2, nº 6, 1983. (Seminario llevado a cabo el día 27 de febrero de 1981 en la Universidad Autónoma de México.)
26) —: "Reparación y retribución penales: una perspectiva psicoanalítica", Trabajo del psicoanálisis, vol. 3, nº 7, 1984. (Conferencia pronunciada el 2 de febrero de 1982, en el marco del seminario titulado "Retribución penal y reparación civil".)
27)—: "Los dos dualismos pulsionales", Trabajo del psicoanálisis, vol. 3, nº 8, 1986. (Seminario realizado en la Facultad de Psicología de la UNAM el 25 de febrero de 1981 México.)
28) —: "De la teoría de la seducción restringida a la teoría de la seducción generalizada", Trabajo del psicoanálisis, vol. 3, nº 9, 1988.
29) —: "Duelo y temporalidad", Trabajo del psicoanálisis, vol. 4, nº 10, 1990. (Conferencia pronunciada en el Encuentro "El inconsciente y la clínica psicoanalítica a 50 años de la muerte de Freud", realizado en México los días 17, 18 y 19 de febrero de 1989.)
30) —: "Algunas falsas vías del freudismo", Trabajo del psicoanálisis, vol. 4, nº 11-12, 1991. (Segunda conferencia pronunciada en las jornadas "Encuentro con J. Laplanche. El inconsciente y la clínica psicoanalítica: trabajar sus fundamentos" realizadas en Buenos Aires del 6 al 10 de noviembre de 1990.)
31) —: "Hitos para el trabajo analítico", Trabajo del psicoanálisis, vol. 4, nº 11-12,1991. (Tercera conferencia pronunciada en las jornadas "Encuentro con J. Laplanche...".)
32) —: "La interpretación, entre el determinismo y la hermenéutica: una nueva posición sobre la cuestión", Trabajo del psicoanálisis, vol. 5, nº 13, 1992. (Conferencia dada en la SPP el 15 de enero de 1991.)
33) Reportajes de Fernando Urribarri en Zona Erógena, nº 4 y 10.
SÍNTESIS
En el curso de esta entrevista, J. Laplanche desarrolla algunos de los puntos centrales de su pensamiento. Comienza trazando una historia teórica y personal de su relación con Lacan desde el Coloquio de Bonneval. Así es como precisa su manera de concebir el inconsciente y su articulación con el lenguaje, el estatuto que le otorga al significante y sus desarrollos acerca del significante enigmático.
Tras un paréntesis por una anécdota de su análisis con Lacan, comienza a plantear su forma de entender el problema de la diferencia sexual anatómica en su relación con el falo y la castración. Así puntualiza el tema de la diversidad y la diferencia, para luego profundizar su pensamiento acerca de la sexualidad femenina; en particular, su jerarquización del pecho como zona erógena. Culmina reflexionando sobre los destinos del psicoanálisis frente a los desafíos de la biología o la ingeniería genética y acerca de las posibilidades de su propia enseñanza.
En forma de notas O. Sotolano ha agregado, para orientar al lector interesado, un conjunto de referencias bibliográficas que permiten encontrar los textos en los cuales Laplanche profundiza cada uno de los temas tratados: así como también una lista de la bibliografía de Laplanche traducida al castellano.
1 Reportaje publicado en la Revista Asociación Escuela Argentina de Psicoterapia para Graduados, Nº 18, 1992.
*Traducción de la desgrabación de la entrevista a cargo de Marina Calvo.
Extraido de http://www.elpsicoanalisis.org.ar/numero3/reportajelaplanche3.htm
Una elección a rehacer
15 de abril de 2011
4 de octubre de 2010
3 de septiembre de 2010
Cuando hablás está menos oscuro!
PSICOLOGIA › LEGADO CONCEPTUAL DE SILVIA BLEICHMAR
Diario Página/12 - 23 de Agosto de 2007
“Cuando hablás está menos oscuro”
La diferencia entre “sujeto ético” y “sujeto disciplinado”; una polémica reformulación del complejo de Edipo; la observación de que un mensaje puede no tener emisor pero debe, y es crucial, tener destinatario: estas y otras ideas dejó planteadas Silvia Bleichmar, quien, a los 62 años, murió el miércoles de la semana pasada.
Por Silvia Bleichmar *
En Estados Unidos ya diagnostican un “síndrome de desobediencia infantil”: no se rían, se establece según pautas que miden la desobediencia y, entonces, una potencial “personalidad delictiva”. En Francia, la derecha francesa propicia una ley por la cual, en los jardines de infantes, debería haber veedores que midieran la violencia de los niños, y entre los parámetros a medir están: “desobediencia” y “rebeldía”. Hace unos días recibí un material que el Ministerio de Educación rescató de sus archivos de la época de la dictadura, un material de trabajo que se enviaba a las escuelas, para directores y maestros, con pautas sobre “la subversión”: hay un capítulo dedicado al jardín de infantes. Allí se advierte que la literatura marxista fomenta la desobediencia y la rebeldía en los niños, y termina así: “No se observa accionar directo de captación de las fuerzas subversivas en los jardines de infantes”.
Nuestro problema es contraponer el sujeto ético al sujeto disciplinado: el sujeto disciplinado no es el sujeto ético. En una asesoría que me pidió el Ministerio de Educación, para el Observatorio de Violencia Escolar, sobre el tema de los límites, yo dije que no hay que discutir ya sobre los límites, sino sobre las legalidades que constituyen al sujeto. El problema no está en el límite; está en la legalidad que lo estructura. Y hoy podemos volver a pensar cómo se constituye un sujeto que, inscripto en legalidades, sea capaz de constituir, más allá de esas legalidades, la ética. Me refiero a la construcción del sujeto ético.
El concepto de Edipo debe ser repensado en términos del modo por el cual cada cultura pauta el acotamiento de la apropiación del cuerpo del niño como lugar de goce del adulto. En este sentido, la problemática ética no pasa por la triangulación ni por las relaciones de alianza, sino por el modo como el que el adulto se emplaza frente al niño en su doble función: inscribir la sexualidad y, al mismo tiempo, pautar los límites, no de la acción del niño, sino de su apropiación sobre el cuerpo del niño.
Para que surja la sexualidad infantil, debe haber inscripción libidinal en el cuerpo. La palabra, en tanto significante, es secundaria a las primeras inscripciones que, aunque del lado del adulto operen atravesadas por el lenguaje, se sitúan más allá de los modos con los que el discurso del adulto puede representárselas: aluden a aspectos de la sexualidad inconsciente que exceden, en sus modos de realización, las funciones primarias que hacen a la autoconservación del niño. Entonces, la primera función del otro es una función de inscripción sexual: el otro, bajo la idea –desde el punto de vista de su propio clivaje psíquico– de que sólo produce un cuidado de la vida del otro, introduce acciones que propician la inscripción de la sexualidad. Y aquí ha de hacerse presente la ética, en el sentido que plantea Emmanuel Levinas, como “reconocimiento de la presencia del semejante”: el semejante inscribe una ruptura en mi solipsismo, en mi egoísmo; el cuerpo del niño es acotado como lugar de goce en la medida en que el adulto expresa al niño el amor en los términos de la ética, vale decir, el amor sublimatorio capaz de tener en cuenta al otro, de considerar al otro como subjetividad.
Así, la cuestión de la ética empieza por el modo en que el adulto va a poner coto a su propio goce con relación al cuerpo del niño. En los cuidados que realiza va a inscribir el orden de una circulación que, siendo libidinal, no es puramente erógena sino que, además, es organizadora. Y esta forma de operar del adulto con el niño es la base de todos los “motivos morales”, como escribió Freud en Proyecto de una psicología para neurólogos. El niño llora porque tiene malestar, porque siente displacer: para que su llanto se torne mensaje, es necesario que haya otro humano capaz de recibirlo y transformarlo en algo a lo que hay que responder. Actualmente, en Estados Unidos hay una corriente de crianza que plantea no responder al llamado del niño: como una forma de educación, de no crear dependencia, de evitar la esclavización del adulto por el niño. Pero, ante la ausencia de respuesta, el mensaje interhumano no se constituye. Jaime Tallis, especialista en neuropediatría, presentó hace unos años un video donde se veía un bebé que lloraba y la madre no le respondía: durante un rato, el bebé lloraba cada vez más intensamente; pero, al final, dejaba de llorar y se abstraía.
Esto muestra cómo el mensaje no se puede constituir si no hay un destinatario. Un mensaje puede no tener emisor: si llueve y yo entiendo que es una bendición de Dios, no necesariamente Dios me mandó ese mensaje. Pero el mensaje no se constituye si no hay alguien que lo reciba, es decir, que lo decodifique. Esta decodificación será una interpretación, que el receptor hará, no sobre ninguna regla sino sobre la base de su propio deseo o su propia angustia. En el caso del bebé, ha de haber un adulto que codifique el llanto: “Tiene hambre” o “Tiene frío”. Una señora me contaba: “Yo lo tuve en mi cuarto hasta el año y medio, porque me daba miedo que tuviera frío, pobrecito, de noche...”; por estar en el mismo cuarto, él debiera tener menos frío, como si la proximidad de los cuerpos resolviera la cuestión. O bien, el personaje de Freud, que, en Inhibición, síntoma y angustia, decía: “Tía, hablá, que cuando hablás está menos oscuro”.
De todas maneras, lo que nos interesa de esto es la codificación, en términos de transcripción al lenguaje de las necesidades biológicas. En rigor, el bebé no tiene hambre: tiene algo que podríamos denominar displacer, malestar: uno lo nombra como “hambre”. Lo que el bebé tiene son sensaciones, que pueden ser codificadas de manera bizarra. La madre de uno de mis primeros pacientes psicóticos, cada vez que él bostezaba, le decía: “¡Julito, ¿tenés hambre?!”. En realidad, la interpretación era tan bizarra como la que podía enunciar yo: “No, está angustiado”. Se supone que uno bosteza cuando tiene sueño, no cuando está angustiado ni cuando tiene hambre. Mi interpretación era tan abstrusa como la de ella, pero con la diferencia de que estaba basada en una teoría, mientras que la de ella era libre.
Volviendo a la función del otro: esa codificación del mensaje genera la primera forma del intercambio; si ustedes quieren, la primera forma sublimatoria del intercambio. Si, cuando el bebé llora, el adulto está muy desorganizado o atravesado por angustias muy intensas, puede darle algo que no corresponde, puede darle algo que lo perturbe gravemente. Muchas madres borderline, o bajo situaciones desbordantes, les dan de comer a su bebé permanentemente, cada vez que llora. Con lo cual articulan circuitos que a su vez producen malestar en la pancita y entonces el bebé llora cada vez más seguido. En algunos casos, la madre no tiene mucha idea de cuánto tiempo pasó entre una mamada y otra o entre un biberón y otro. Una madre psicótica le daba al niño una mamadera con leche demasiado caliente: el bebé gritaba y lloraba y ella se desesperaba porque el bebé no comía. La temperatura del biberón era como la del café que ella tomaba: no podía advertir la diferencia entre ella y el niño y creía que era la temperatura adecuada. Acá se plantea una cuestión: la imposibilidad de ver al otro como un sujeto con necesidades diferentes a las que uno tiene.
Esto concierne a la cuestión del narcisismo. Estamos demasiado habituados a pensar que el narcisismo es simplemente especularidad o prolongación de uno mismo. En el caso de la madre, o del adulto que tiene a cargo al bebé, se trata de un narcisismo de objeto. El adulto realiza un reconocimiento especular en términos ontológicos: “Este es de mi especie”. Es cierto que, muchas veces, la categoría de “semejante” no abarca a toda la humanidad, pero en general abarca a los hijos. En general, pero no siempre: en algunos casos de psicosis de niños vemos que el chico ha sido tratado como un animalito, como un ser biológico: falta la proyección sobre el bebé, no sólo de su potencialidad, de lo que debe llegar a ser, sino de lo que es. Porque, en realidad, la atribución que se hace no es a futuro sino en presente: la atribución empieza en el embarazo, con el encubrimiento del carácter de masa biológica que tiene el bebé y con la representación que la madre se hace de la cría: la madre no se representa el bebé en la panza como un pedazo de carne sanguinolenta, sino como un bebé, con escarpines, osito. Y esto es irreductible a la ecografía.
Cuando empezaron las ecografías, yo pensaba que iban a desbaratar el imaginario, pero la gente se pone a ver la ecografía como si viera ya las imágenes del bebé: “¡Mirá cómo se da vuelta! No quiere que lo vean...” “¡Mirá cómo se tapa el pito!” “Uy, éste te va a volver loca: mirá cómo mueve las piernitas”. No es solamente una atribución a futuro, sino una enorme capacidad de la imaginación creativa, de la imaginación radical –en términos de Castoriadis–, para producir algo en el lugar donde no está: vale decir, producir una proyección. Y esta proyección no tiene el contenido patológico o defensivo que aparece clásicamente en psicoanálisis, sino que es constitutiva. La diferencia con la proyección patológica es que está dada por los enunciados de cultura, que, así, permiten articular la representación de lo imaginario.
De modo que, en los primeros tiempos de la vida, esa mirada narcisizante del otro, que ve totalidades, es lo que precipita ontológicamente al sujeto. En el cuerpo como objeto de goce, se trata de parcialidades. Y esto concierne, después, a los modos de derivación de la sexualidad adulta. La idea de que lo parcial tiene que ver con lo perverso sigue siendo válida: no por el empleo de zonas erógenas que no sean las genitales, sino por la manera de percibir desubjetivadamente el objeto de goce que, entonces, pierde sus rasgos de humano. Hablaremos entonces de modos desubjetivantes con ejercicio perverso, no importa que la relación sea heterosexual o incluso genital: lo que la define es la subjetividad en juego; la posibilidad, o no, de subjetivación del otro.
Esto ocurre también en los comienzos de la vida. Y se refiere a la fuente de toda constitución posible del sujeto ético. En la medida en que se produce un reconocimiento ontológico y, al mismo tiempo, una diferenciación de necesidades y un reconocimiento de las diferencias, el sujeto no queda capturado por una sexualidad desorganizante inscripta por el otro, sino que comienza a inscribirse en un entramado simbólico que lo desatrapa, tanto de la inmediatez biológica como de la compulsión a la que la pulsión lo condena.
* Texto extractado de la clase Nº 1 del Seminario “La construcción del sujeto ético”, dictada el 10 de abril de 2006.
La diferencia entre “sujeto ético” y “sujeto disciplinado”; una polémica reformulación del complejo de Edipo; la observación de que un mensaje puede no tener emisor pero debe, y es crucial, tener destinatario: estas y otras ideas dejó planteadas Silvia Bleichmar, quien, a los 62 años, murió el miércoles de la semana pasada.
Por Silvia Bleichmar *
En Estados Unidos ya diagnostican un “síndrome de desobediencia infantil”: no se rían, se establece según pautas que miden la desobediencia y, entonces, una potencial “personalidad delictiva”. En Francia, la derecha francesa propicia una ley por la cual, en los jardines de infantes, debería haber veedores que midieran la violencia de los niños, y entre los parámetros a medir están: “desobediencia” y “rebeldía”. Hace unos días recibí un material que el Ministerio de Educación rescató de sus archivos de la época de la dictadura, un material de trabajo que se enviaba a las escuelas, para directores y maestros, con pautas sobre “la subversión”: hay un capítulo dedicado al jardín de infantes. Allí se advierte que la literatura marxista fomenta la desobediencia y la rebeldía en los niños, y termina así: “No se observa accionar directo de captación de las fuerzas subversivas en los jardines de infantes”.
Nuestro problema es contraponer el sujeto ético al sujeto disciplinado: el sujeto disciplinado no es el sujeto ético. En una asesoría que me pidió el Ministerio de Educación, para el Observatorio de Violencia Escolar, sobre el tema de los límites, yo dije que no hay que discutir ya sobre los límites, sino sobre las legalidades que constituyen al sujeto. El problema no está en el límite; está en la legalidad que lo estructura. Y hoy podemos volver a pensar cómo se constituye un sujeto que, inscripto en legalidades, sea capaz de constituir, más allá de esas legalidades, la ética. Me refiero a la construcción del sujeto ético.
El concepto de Edipo debe ser repensado en términos del modo por el cual cada cultura pauta el acotamiento de la apropiación del cuerpo del niño como lugar de goce del adulto. En este sentido, la problemática ética no pasa por la triangulación ni por las relaciones de alianza, sino por el modo como el que el adulto se emplaza frente al niño en su doble función: inscribir la sexualidad y, al mismo tiempo, pautar los límites, no de la acción del niño, sino de su apropiación sobre el cuerpo del niño.
Para que surja la sexualidad infantil, debe haber inscripción libidinal en el cuerpo. La palabra, en tanto significante, es secundaria a las primeras inscripciones que, aunque del lado del adulto operen atravesadas por el lenguaje, se sitúan más allá de los modos con los que el discurso del adulto puede representárselas: aluden a aspectos de la sexualidad inconsciente que exceden, en sus modos de realización, las funciones primarias que hacen a la autoconservación del niño. Entonces, la primera función del otro es una función de inscripción sexual: el otro, bajo la idea –desde el punto de vista de su propio clivaje psíquico– de que sólo produce un cuidado de la vida del otro, introduce acciones que propician la inscripción de la sexualidad. Y aquí ha de hacerse presente la ética, en el sentido que plantea Emmanuel Levinas, como “reconocimiento de la presencia del semejante”: el semejante inscribe una ruptura en mi solipsismo, en mi egoísmo; el cuerpo del niño es acotado como lugar de goce en la medida en que el adulto expresa al niño el amor en los términos de la ética, vale decir, el amor sublimatorio capaz de tener en cuenta al otro, de considerar al otro como subjetividad.
Así, la cuestión de la ética empieza por el modo en que el adulto va a poner coto a su propio goce con relación al cuerpo del niño. En los cuidados que realiza va a inscribir el orden de una circulación que, siendo libidinal, no es puramente erógena sino que, además, es organizadora. Y esta forma de operar del adulto con el niño es la base de todos los “motivos morales”, como escribió Freud en Proyecto de una psicología para neurólogos. El niño llora porque tiene malestar, porque siente displacer: para que su llanto se torne mensaje, es necesario que haya otro humano capaz de recibirlo y transformarlo en algo a lo que hay que responder. Actualmente, en Estados Unidos hay una corriente de crianza que plantea no responder al llamado del niño: como una forma de educación, de no crear dependencia, de evitar la esclavización del adulto por el niño. Pero, ante la ausencia de respuesta, el mensaje interhumano no se constituye. Jaime Tallis, especialista en neuropediatría, presentó hace unos años un video donde se veía un bebé que lloraba y la madre no le respondía: durante un rato, el bebé lloraba cada vez más intensamente; pero, al final, dejaba de llorar y se abstraía.
Esto muestra cómo el mensaje no se puede constituir si no hay un destinatario. Un mensaje puede no tener emisor: si llueve y yo entiendo que es una bendición de Dios, no necesariamente Dios me mandó ese mensaje. Pero el mensaje no se constituye si no hay alguien que lo reciba, es decir, que lo decodifique. Esta decodificación será una interpretación, que el receptor hará, no sobre ninguna regla sino sobre la base de su propio deseo o su propia angustia. En el caso del bebé, ha de haber un adulto que codifique el llanto: “Tiene hambre” o “Tiene frío”. Una señora me contaba: “Yo lo tuve en mi cuarto hasta el año y medio, porque me daba miedo que tuviera frío, pobrecito, de noche...”; por estar en el mismo cuarto, él debiera tener menos frío, como si la proximidad de los cuerpos resolviera la cuestión. O bien, el personaje de Freud, que, en Inhibición, síntoma y angustia, decía: “Tía, hablá, que cuando hablás está menos oscuro”.
De todas maneras, lo que nos interesa de esto es la codificación, en términos de transcripción al lenguaje de las necesidades biológicas. En rigor, el bebé no tiene hambre: tiene algo que podríamos denominar displacer, malestar: uno lo nombra como “hambre”. Lo que el bebé tiene son sensaciones, que pueden ser codificadas de manera bizarra. La madre de uno de mis primeros pacientes psicóticos, cada vez que él bostezaba, le decía: “¡Julito, ¿tenés hambre?!”. En realidad, la interpretación era tan bizarra como la que podía enunciar yo: “No, está angustiado”. Se supone que uno bosteza cuando tiene sueño, no cuando está angustiado ni cuando tiene hambre. Mi interpretación era tan abstrusa como la de ella, pero con la diferencia de que estaba basada en una teoría, mientras que la de ella era libre.
Volviendo a la función del otro: esa codificación del mensaje genera la primera forma del intercambio; si ustedes quieren, la primera forma sublimatoria del intercambio. Si, cuando el bebé llora, el adulto está muy desorganizado o atravesado por angustias muy intensas, puede darle algo que no corresponde, puede darle algo que lo perturbe gravemente. Muchas madres borderline, o bajo situaciones desbordantes, les dan de comer a su bebé permanentemente, cada vez que llora. Con lo cual articulan circuitos que a su vez producen malestar en la pancita y entonces el bebé llora cada vez más seguido. En algunos casos, la madre no tiene mucha idea de cuánto tiempo pasó entre una mamada y otra o entre un biberón y otro. Una madre psicótica le daba al niño una mamadera con leche demasiado caliente: el bebé gritaba y lloraba y ella se desesperaba porque el bebé no comía. La temperatura del biberón era como la del café que ella tomaba: no podía advertir la diferencia entre ella y el niño y creía que era la temperatura adecuada. Acá se plantea una cuestión: la imposibilidad de ver al otro como un sujeto con necesidades diferentes a las que uno tiene.
Esto concierne a la cuestión del narcisismo. Estamos demasiado habituados a pensar que el narcisismo es simplemente especularidad o prolongación de uno mismo. En el caso de la madre, o del adulto que tiene a cargo al bebé, se trata de un narcisismo de objeto. El adulto realiza un reconocimiento especular en términos ontológicos: “Este es de mi especie”. Es cierto que, muchas veces, la categoría de “semejante” no abarca a toda la humanidad, pero en general abarca a los hijos. En general, pero no siempre: en algunos casos de psicosis de niños vemos que el chico ha sido tratado como un animalito, como un ser biológico: falta la proyección sobre el bebé, no sólo de su potencialidad, de lo que debe llegar a ser, sino de lo que es. Porque, en realidad, la atribución que se hace no es a futuro sino en presente: la atribución empieza en el embarazo, con el encubrimiento del carácter de masa biológica que tiene el bebé y con la representación que la madre se hace de la cría: la madre no se representa el bebé en la panza como un pedazo de carne sanguinolenta, sino como un bebé, con escarpines, osito. Y esto es irreductible a la ecografía.
Cuando empezaron las ecografías, yo pensaba que iban a desbaratar el imaginario, pero la gente se pone a ver la ecografía como si viera ya las imágenes del bebé: “¡Mirá cómo se da vuelta! No quiere que lo vean...” “¡Mirá cómo se tapa el pito!” “Uy, éste te va a volver loca: mirá cómo mueve las piernitas”. No es solamente una atribución a futuro, sino una enorme capacidad de la imaginación creativa, de la imaginación radical –en términos de Castoriadis–, para producir algo en el lugar donde no está: vale decir, producir una proyección. Y esta proyección no tiene el contenido patológico o defensivo que aparece clásicamente en psicoanálisis, sino que es constitutiva. La diferencia con la proyección patológica es que está dada por los enunciados de cultura, que, así, permiten articular la representación de lo imaginario.
De modo que, en los primeros tiempos de la vida, esa mirada narcisizante del otro, que ve totalidades, es lo que precipita ontológicamente al sujeto. En el cuerpo como objeto de goce, se trata de parcialidades. Y esto concierne, después, a los modos de derivación de la sexualidad adulta. La idea de que lo parcial tiene que ver con lo perverso sigue siendo válida: no por el empleo de zonas erógenas que no sean las genitales, sino por la manera de percibir desubjetivadamente el objeto de goce que, entonces, pierde sus rasgos de humano. Hablaremos entonces de modos desubjetivantes con ejercicio perverso, no importa que la relación sea heterosexual o incluso genital: lo que la define es la subjetividad en juego; la posibilidad, o no, de subjetivación del otro.
Esto ocurre también en los comienzos de la vida. Y se refiere a la fuente de toda constitución posible del sujeto ético. En la medida en que se produce un reconocimiento ontológico y, al mismo tiempo, una diferenciación de necesidades y un reconocimiento de las diferencias, el sujeto no queda capturado por una sexualidad desorganizante inscripta por el otro, sino que comienza a inscribirse en un entramado simbólico que lo desatrapa, tanto de la inmediatez biológica como de la compulsión a la que la pulsión lo condena.
* Texto extractado de la clase Nº 1 del Seminario “La construcción del sujeto ético”, dictada el 10 de abril de 2006.
Homenaje a Silvia Bleichmar
Video-Homenaje de la presentación del libro "Dolor País y Después..." (noviembre 2007)
13 de agosto de 2010
Reportaje a Silvia Bleichmar
Realizado por Mirtha Benitez, Diego Soubiate y Ariel Pernicone
-Realizado el día 19/5/01-
Ariel Pernicone: Me interesaría comenzar preguntándole sobre su historia, su historia como psicoanalista: que nos cuente como fueron sus inicios, su formación inicial y su acercamiento al psicoanálisis con niños.
Silvia Bleichmar: En realidad, yo comencé estudiando otra carrera, sociología, y después continué con psicología. Mi acercamiento al psicoanálisis se produjo en un momento de plena fractura de los paradigmas kleinianos y con la llegada al país de la revolución lacaniana que tiende a ser vista, en su versión oficial, como "Masotta", pero en aquella época, mucha gente -me incluyo- se acercó a Lacan a partir de la vertiente "Althusser-Sciarreta" que constituyó un polo muy importante de discusión con el establishment psicoanalítico. Había una sensación de agotamiento terrible de los modelos psicoanalíticos previos (de los cuales después uno pudo rescatar muchos aspectos) y del modelo institucional del psicoanálisis, con lo cual yo ingreso a partir de esto.
Mis lecturas de los 70' comienzan con la Antropología Estructural de Levi Strauss (recuerdo todo un año de trabajo), con los textos de lingüística de Saussure y Jakobson, la gramática de Martinet, para llegar finalmente a otro año de trabajo entero sobre "La instancia de la letra", de Lacan .
Pero de todo modos tuve la idea -creo que fue una buena intuición- de tomarme un tiempo para estudiar Freud antes de empezar a estudiar a Lacan. Tenía la convicción de que quería darme una base sólida freudiana .... No sé muy bien por qué, tal vez por mi pasado de estudios sociológicos que me hacían pensar que había que empezar por los clásicos. Entonces decidí darme mucho tiempo de trabajo con Freud y fundamentalmente con la Metapsicología. Por eso cuando me acerco a Lacan, lo hago ya con una formación muy freudiana, sobre todo en el método. Porque una de las diferencias que tiene el método expositivo de Freud es que permite ir viendo cómo despliega las ideas; más aún, tiene la cualidad de que Freud permanentemente se pregunta sobre lo planteado previamente y lo discute haciendo con ello lo que Popper llama falsación: ejerce una falsación intrateórica constante. De modo que el discurso de Lacan, si bien me impactó enormemente, me transmitía como una sensación dogmática y aunque participé del proceso y me consideraba lacaniana, el dogmatismo me producía una cierta sensación de incomodidad, dándome la impresión de que yo no me movía cómodamente en el interior de enunciados cerrados. Entonces me mantuve en un freudismo fuerte, si bien atravesado por Lacan... ese fue mi punto de partida en psicoanálisis.
Y estudiaba... Y leía a Klein y a los kleinianos, por que más allá de que siempre tenía la sensación de meterme en una especie de mundo de irracionalidad teórica, al mismo tiempo me eran como muy insinuantes y muy evocativos desde el punto de vista de las fantasías y de la actitud que tienen de no claudicar respecto a la sexualidad infantil: eso era algo que me producía mucho impacto..... Si bien recuerdo una vez que trabajaba un texto de Klein y después de estar varias horas sobre él quedé mareada, pero mareada porque buscaba la racionalidad y me encontraba con seis definiciones diferentes de la misma cuestión, prácticamente en proceso primario, sin que ella se preguntara si eran contradictorias o no.
Pero diría que mi formación estuvo fuertemente atravesada por Bachelard, Canguilhem, por la epistemología de la segunda mitad del siglo XX, con una fuerte formación en los clásicos marxistas, y en particular en el llamado marxismo occidental (cuando digo marxismo occidental me refiero por ejemplo a Habermas y Adorno en el marco de lo que se llamó "pensamiento post-metafísico." Esto marca de algún modo los orígenes teóricos de lo que yo hago.... de lo que soy...
Ariel Pernicone: ...¿Y niños? ¿Por qué psicoanálisis con niños?
Silvia Bleichmar: Y niños... ¿Por qué niños? En realidad me pasa que además de descubrir que es un campo extraordinario de investigación y un campo privilegiado para ver la constitución del sujeto -que es lo que trabajo-, yo siento un enorme placer de trabajar con chicos. Es algo que me da mucho placer, me gusta trabajar con chicos, me gusta pensar en los niños, me gustan los niños, disfruto enormemente. A tal punto que hace algún tiempo me pasó algo muy gracioso: vino una mamá cuya niña terminaba el análisis a una entrevista y me preguntó : "Si dentro de unos años mi hija necesitara un analista, ¿usted la vería de nuevo?". Y yo le respondí: "Bueno, en ese momento va a necesitar un analista adulto" (risas) Fue una situación desopilante, porque lo terminé de decir y nos empezamos a reír las dos ...
Me pasa algo muy especial con los niños, en primer lugar... bueno, yo fui una niña que vivió una época muy intensa del país y del mundo: la post-guerra, el ascenso y caída del peronismo... de modo que tengo una infancia muy atravesada por grandes problemas ligados a la vida y la muerte. Y es tal vez en virtud de eso que siento un enorme placer de contacto con los niños y, al mismo tiempo, un enorme enojo y rechazo a la puerilización de la infancia. Me molesta mucho el menosprecio por el pensamiento infantil. Tengo la impresión de que el diálogo con el niño es un diálogo que incluye aspectos realmente existenciales profundos. Tal vez sea eso lo que me produce ese placer convocante con los niños.
Y además he ido avanzando en una investigación sobre problemas de la constitución psíquica, que se va extendiendo al campo del análisis de adultos pero sigo trabajando con niños. No soy de la gente que con los años se reduce a supervisar. Más aún, trabajo muchas horas con niños; trabajo diariamente cuatro, cinco y, a veces, hasta seis horas con niños. Esto para un analista de niños, es mucho.
El reportaje sigue... para leerlo completo ingresar a www.silviableichmar.com en la solapa "reportajes" abajo de todo cliquear en:"Reportaje en Revista Fort-Da por Mirtha Benitez, Diego Soubiate y Ariel Pernicone"
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